La gente que no hace ruido
Hay personas
que no golpean la mesa,
que no anuncian su llegada,
que no exigen lugar,
pero sostienen la habitación entera
con la espalda.
Son los que escuchan
cuando nadie más tiene tiempo,
los que sonríen con grietas,
los que aprenden a tragarse el llanto
para no mojar la pena ajena.
No tienen aplausos,
tienen ojeras.
No tienen discursos,
tienen cicatrices bien dobladas
en el bolsillo del alma.
Mientras el mundo corre,
ellos se quedan.
Mientras otros brillan,
ellos alumbran.
Y nadie nota la diferencia
hasta que faltan.
Son raíz,
nunca rama.
Son madrugada,
no mediodía.
Son la silla firme
cuando todo se cae.
Y a veces,
cuando la noche pesa más que el cuerpo,
se preguntan en silencio
quién los va a sostener
cuando se cansen de sostener a todos.
Pero siguen.
No por costumbre,
no por orgullo,
sino porque amar en voz baja
también es una forma
de valentía.
Y si este poema suena cercano,
si sentís que habla de alguien
que conocés demasiado bien…
tal vez no sea coincidencia.
Tal vez
la gente que no hace ruido
también escribe.