Hay días que se derrumban
con el filo de las horas.
Días que desgarran el silencio,
barcas a la espera de tripulante,
varadas en la orilla del vacío.
Huracanes desbordados en los bronquios
con forma de signo de interrogación.
Me pregunto por un mañana sin nombre,
me busco en los espejos quebrados
de la memoria,
pero las manecillas del reloj
me apuñalan allí donde las ilusiones se
disfrazan de pesadillas.
La piel se agrieta porque no soporta
estar unida a un cuerpo inanimado
que vive encadenado a una promesa baldía,
al \"Dios proveerá\" que nunca llega,
y a una esperanza que sangra en el cristal
de los espejos.