Mientras el barranco frío
muerde las sábanas,
los nocturnos siguen siéndolo.
En el cántaro de habilidad menuda
un colchón sin cabeza
se sostiene sobre cráneos.
Arde el destornillador de la grafía fugitiva
en los restos del día.
La cerradura cambia de peso.
Un ojo raro de cubeta en estuche
presiona las espaldas.
Él suda ausencia,
sin tocar lo indeseable.
Intuyo una melancolía artificial desde adentro:
pasos atmosféricos,
la gárgara se corre
cuando amanece.
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© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
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