Parte II
Ayer a media calle nos topamos, tú viajabas rumbo al alba, pero ya no estaba; yo iba al sur en busca de mi destino y al llegar lo encontré.
Hablamos media hora, quizás más, me dijiste: —¿Cómo estás?
Había muchas cosas que contar, más de 2 años sin saber qué hay de tu vida y tu querer.
Te dije que estaba bien, que todo parece que fue ayer, que te escribí una carta en Puerto Manos, que el mensajero zarpó y si llegó nunca supe. ¿Te llegó? ¿La leíste?
Te pregunté: —¿Qué tal te va? Me transmitiste con los ojos mucha paz, me supuse que querías platicarme de tu vida y tu mundo, yo quería saber de tus dolores y tus lutos, de tus gozos y felicidad.
Aún me importas,
¿Te platiqué de mis problemas y mis luchas? No sé cuándo, pero ya no hay desquicio en mi cabeza, todo parece ordenarse, poco a poco, todo muy lento, pero seguro.
La plática quedó inconclusa, no nos dijimos adiós y la verdad tampoco hablamos, nunca.
Pero sí te vi, sí me viste, cruzamos miradas, nos dijimos mucho sin decir nada.
Mi reloj contó muchos minutos, pero en realidad fue casi nada.