No tenemos prisa, ahora vamos lento porque si corremos otra vez,
nos podemos volver a perder.
Ya nos pasó antes.
Entonces todo iba deprisa,
las decisiones, las promesas, los silencios.
Corrimos pensando que era avanzar y acabamos lejos, cada uno en un lugar.
Nos miramos tarde,
cuando el daño ya había aprendido a quedarse.
Ahora el paso es corto y consciente.
No por miedo, sino por memoria.
Porque sabemos lo fácil que es desvanecerse cuando se corre a distinta velocidad y ya no hay tiempo para escucharse.