Ya no te pareces a ti, eres la misma que escribes, tus mismas formas, la belleza objetiva de tu cara, de tu pelo, de la gracias de tu mirar quizá sea la misma. Pero para el poeta, que todo lo subjetivo, no eres la misma. Si bien es cierto que tus letras maravillas, tienen otro sabor, otro olor; otra identidad. Como un choque entre el candombe y la salsa y el danzón.
Quizá soy una pequeña lucecita en el manto constelado de diez mil estrellas que tiene tu cielo, pero para mí fuiste la única estrella de mi cielo. Por las mañanas mi sol, por las noches mi luna y en las tardes de bohemia, mi bolero y en esos días de melancolía mi cielo nublado con lluvia suave, que aderezaba con un tinto y música que te recordaba sonriendo feliz.
Al escribirte, se que soy el admirador infinito, quizá ni cuenta te has dado que Sali de la fila de tus fans, silencioso y cabizbajo, marche junto con mis letras, pidiendo a la noche oscura que me devuelva tu luz o me abrace entre sus tinieblas, fui y te busque afanosamente en tus antiguos versos, ahí estaban ellos, como inoloros, incoloros, abandonados y estériles.
No estoy reclamando nada, ni pidiendo que seas la misma de ayer, que cambies tu ritmo y m devuelvas, la sonrisa que desde un inicio deposite en ti y tu aceptaste. Nuestra forma de interactuar era a través de tus poemas y los míos, tu escribías y esperabas junto a la ventana el viento candente de mis letras, que te provocaban el sofoco de un orgasmo textual-
Tus versos sonaban en mi carro, en la oficina, escondidos en alguna canción, brillando en alguna estrella y mis versos recorriendo tu cuerpo, posándose en tus labios y resbalando por todas las sensaciones que hacen vibrar la vida como adolescente que espera como Penélope, que el mar traiga al amado, mientras tejes letras que cuelgas de un cometa.
LENNOX
EL QUETZAL EN VUELO