Creo que la verdad duele más que la mentira;
por eso quise vivir engañado, como si el error fuera anestesia.
Hoy ya no adormece nada: la verdad se siente completa y cruda.
Nunca la busqué,
y aun así apareció, perfecta en su silencio.
No pidió nada: simplemente era,
como esas cosas que llegan tarde y se van pronto.
No sé si fue un sí, un no o un tal vez suspendido en el aire.
Solo sé que la verdad es lo único que queda.
Yo tampoco pedí nada; llegó sin aviso,
en pequeños detalles, en instantes mínimos
que me confundieron y, sin darme cuenta, me ataron.
No miento: quise darme una oportunidad, al menos intentarlo.
No se dio, no debuté en ese sueño,
pero aun así me quedo con algo que nadie me quita:
la melancólica paz de saber que lo intenté
y la ausencia que dejó al irse.