Y si para mí tienes la intensidad que a mi vida le hace bien,
el ardor que me da vida,
el desapego que me deja ser libre,
los brazos que jamás pensé querer refugiarme.
Tú tienes la música, la duda, la certeza y la incertidumbre
que hoy quiero en mi vida.
Tú tienes la música, la duda, la certeza y la incertidumbre
que hoy quiero en mi vida...
Tú eres el susurro que rompe el silencio muerto,
el fuego que no quema, sino que ilumina el camino en la más penumbra
oscuridad.
Mientras que yo navego entre el desapego y el anhelo,
tú eres el puerto que no sabía que esperaba.
El ardor que me da vida no es más que tu respiración, que lejos de molestarme,
me conecta con esa parte de mí que entre escombros renace.
El desapego que me libra es el espacio que te dejo ser.
Los brazos donde me refugio son ahora mi horizonte, donde la música se refleja
con mi propia canción de libertad.
Hay duda en cada paso, certeza en cada mirada,
incertidumbre que cada día hace que sea un nuevo día.
Tú eres lo que necesitaba sin saberlo,
el equilibrio entre volar y tener un lugar donde aterrizar.
El equilibrio entre volar y tener un lugar donde aterrizar.
Tu música se cuela entre mis huesos, hace temblar el desapego
y me recuerda que ser libre no significa estar solo.
La duda se convierte en danza, la certeza en un compás,
la incertidumbre en el aire que llena mis pulmones cuando te miro.
Los brazos que jamás pensé querer son ahora el cielo donde vuelo,
donde el ardor que me da vida se calienta con tu calor.
Yo sigo siendo yo, libre, desapegada, libre para cualquier camino,
pero ahora ese camino tiene tu sombra, tu canción y tu ritmo.
Hay días que la duda grita más fuerte,
días que la certeza lo domina todo, pero siempre está tu música,
tejiendo en cada instante.
El desapego me deja ser, tus brazos me hacen sentir, y entre los dos
encontré la vida tal y como siempre quise que fuera:
ardiente, libre, llena de ti.
Ardiente, libre, llena de ti.
Ahora el desapego no es huida, es confianza,
confianza en que tu refugio no me atará, sino que me hará volar más alto.
Tu música es el eco de mis propios deseos, la duda me hace preguntar,
la certeza me hace decidir y la incertidumbre me hace vivir cada segundo
como si fuera el primero.
Los brazos que antes ignoraba son ahora el marco de mi libertad,
donde el ardor se convierte en luz, no en ceniza.
Yo sigo flotando, pero contigo veo en el horizonte un rumbo,
no un camino marcado, sino un sentido que se va construyendo
en cada abrazo.
Hay momentos en que la música se calla, solo queda la incertidumbre,
pero incluso entonces la certeza de que tú estás ahí es suficiente.
El desapego me deja ser yo, tu presencia me hace sentir más yo,
y entre el SER y ese MÁS, la vida late con un ardor que jamás sentí:
libre, refugiada, tuya, sin perderme a mí misma.
Libre, refugiada, tuya, sin perderme a mí misma.
Y entonces la música vuelve a sonar suave como un susurro que regresa,
y lo que siento se expande, llena el espacio entre nosotros.
El desapego sigue siendo confianza, tus brazos siguen siendo el marco
de mi libertad.
El alrededor sigue siendo luz, no se apaga.
La duda me hace mirar el futuro con curiosidad, no con miedo.
La certeza me hace agarrarme a este instante como una nota perfecta,
la incertidumbre me hace sonreír, porque sé que cada día será una nueva canción.
Yo sigo siendo yo, tú sigues siendo tú, pero nuestra música es una sola,
la que se hizo cuando te encontré, la que vive en cada abrazo,
en cada mirada, en cada segundo que vivimos como si fuera el primero.
Libre, refugiada, tuya y mía a la vez, así es la vida que encontramos,
llena de ardor, de música y de ese equilibrio que nunca sabemos que necesitábamos.
Llena de ardor, de música y de ese equilibrio que nunca supimos que necesitábamos.
Y así la música llega al último acorde, no un final abrupto, sino un susurro que se desvanece,
pero queda ahí, en el silencio que viene después.
El ardor sigue calentándonos, el desapego sigue dándonos libertad,
tus brazos siguen siendo nuestro horizonte.
La duda, la certeza, la incertidumbre siguen ahí,
pero ahora forman parte de una misma melodía: la nuestra.
Hemos encontrado lo que buscábamos sin saberlo: un lugar para aterrizar
que nos hace volar más alto, una música que se mezcla con la nuestra,
una vida que es ardiente, libre y llena de ti,
y ese es el final que no es un final,
es el comienzo de cada día que vivimos juntos,
con la misma música en el corazón.
Adriana Horminoguez