El Cronista sin puerto

Colpa, otra vez.

I
Colpa vuelve sin aviso,
no me llama, se aparece;
el recuerdo no envejece
cuando insiste lo preciso.
Maíz colgado, inmóvil, liso,
secándose en puro aire;
no pide prisa ni amarre,
sabe quedarse en su sitio.
Aprendo mirando el rito
de lo que espera y no arde.

II
No se cuelga por costumbre
ni por simple tradición;
es la altura y su razón
la que prueba la legumbre.
Aquí el sol no da la lumbre,
quema, mide y selecciona;
la atmósfera no perdona,
filtra menos, exige más.
Solo queda lo capaz
de secarse y no abandona.

III
El trigo yace en el suelo,
abierto al sol, sin defensa;
no se queja de la espera,
confía su fe al desvelo.
Nada corre bajo el cielo
cuando el tiempo es quien decide;
todo llega, todo mide
su valor en la demora.
No hay urgencia salvadora,
solo paciencia que insiste.

IV
Voy sentado en una combi,
de norte a sur va el trayecto;
es el camino correcto
para salir de mi nombre.
Pero la ruta se rompe,
gira como sierra vieja;
no pregunta, no aconseja,
solo curva y se repliega.
Ya no sé si el viaje niega
o si regresar me deja.

V
Trigo y maíz no se resguardan,
se entregan a cielo abierto;
el frío muerde, es cierto,
pero es el sol quien los guarda.
En la altura no se aguardan
sombras para madurar;
hay que saberse quedar
cuando la luz es exceso.
No es castigo ni proceso:
es aprender a durar.

VI
Ancash cruza por la vía
sin volverse geografía;
es memoria que desvía
lo recto que yo creía.
Humitas cuelgan al día,
no para el hambre inmediata,
sino para que rescata
lo simple que se perdió.
Colpa no dice quién soy,
solo muestra lo que falta.

VII
No todo es irse del todo
ni quedarse por costumbre;
hay caminos que en la cumbre
te enseñan a estar a modo.
Colpa, sin voz ni acomodo,
me devuelve a lo esencial:
hay frutos que el tiempo da
cuando uno aprende a esperar.
No era sueño ni lugar,
era aprender a estar.