Cuánto duelen los cambios,
los avances, los esfuerzos,
a mí me duelen hasta los huesos.
Las manos. El alma. Y más allá de eso.
Mi esfuerzo, en lágrimas desciende,
son gotas insuficientes, de todo aquello
que aún no vive en mi presente.
Seguiré, aunque duro sea,
cambiaré por más miedo que sienta;
ha muerto aquella que espera,
y ha nacido la que hace
de su dolor una fiesta.