Mis estrías
no son marcas al azar,
son huellas del tiempo caminando sobre mí,
pruebas silenciosas de que viví, crecí
y seguí adelante.
Son signos de vida y de movimiento,
de cambios que no pidieron permiso
pero me enseñaron a aceptarlos.
Nunca me molestaron,
porque entendí temprano
que lo que no hiere mi alma
no necesita la aprobación de nadie.
Tal vez a otros les incomoden,
porque el mundo insiste en pulir lo humano
hasta borrar lo real.
Pero yo aprendí a no buscar validación
en miradas ajenas,
a no medir mi valor con reglas externas
ni a cargar inseguridades que no me pertenecen.
Acepto mis imperfecciones
porque en ellas habita mi historia.
No miro atrás con reproche,
miro hacia adelante con gratitud.
Cada marca es una lección,
cada cambio, una evolución.
Aprendí que la vida no florece en lo perfecto.
Que el universo no permite la perfección
porque sin rupturas no hay crecimiento,
sin brechas no hay expansión,
sin caos no hay creación.
Las fallas levantan montañas,
las estrellas al romperse iluminan galaxias,
y cuando una estación muere
otra nace con más fuerza.
Así; camino Yo…
sin esconder mis marcas,
sin negar mis procesos,
con esperanza en el futuro
y la certeza de que crecer
siempre dejará huellas.
Y está bien.
Porque sigo aquí.
Porque sigo avanzando.
Porque sigo creciendo.