“Rumbo” era un barquito de papel, sin timón, sin velas, sin mástil, solo una hoja cuadriculada, pero con alma valiente y alada. Cuando el sol se iba a descansar, \"Rumbo\" entre bostezos empezaba a soñar: que, en mares de olas gigantes navegaba audaz, surcando esos océanos de la imaginación, Soñando con ese velero que veía desde lejos.
Y entre sueños decía: —¡Algún día seré como ese velero, con alas de tela y corazón viajero!
Una tarde aquel velero se acercó, y con voz suave así le habló:
—No te apures, barquito, quien sueña despierto ya lleva velas en el alma. Yo también fui pequeño alguna vez, y el mar parecía demasiado grande. ¡Sabes! El viento siempre ayuda a quien se atreve a abrir sus alas, aunque sean de papel.
La luna le guiñó un ojo con su luz dorada, y el viento suavemente lo empujó entre carcajadas. Así navegó sin miedo ni prisa, con sueños bordados en cada sonrisa.
Porque, aunque era pequeño y hecho de papel, su fe era gigante, y su alma también. Y en cada ola que el viento tejía, “Rumbo” dejaba una estela azulada que brillaba.