Manos grandes, tan grandes que las veo incluso cuando cierro los ojos. Y quiero… que me ahorques, que me dejes sin respirar, tumbado en el suelo sintiendo el frío del piso.
Y mi cuerpo desvanecido, mi mirada perdida, mis labios secos, mis muñecas pálidas.
Mis mejillas rojas de tanto pelear y rendirme. Pero soy tan adicto que vuelvo a tus manos.
Te gustaba ver mi sonrisa, y por eso no dejo de sonreír para ti.
Intento, intento mil veces hasta que las comisuras de mi ser sangran y después se abre mi carne pero aún así no dejo de sentir este cruel y duro sentimiento hacia ti.
No me miras, no conozco tu rostro, no me hablas, no me sientes y me siento extraño. ¡Me siento repugnante.!
¡Quise huir, pero no puedo!.
No quiero regresar a tus manos agonizantes, horribles, feos y repugnantes… pero corro como un niño a ellas.
A tus manos, a tu maldad tan extraña hacia mi, a tu sombra.
Y aun así, quiero sentirme como una flor, aunque la lluvia me maltrate, me corte, tanto que este sin piel y al fin pueda verte sonreir y tú mirada este puesta hacia mí.