El deseo habla sin voz.
A veces se transparenta en mis ganas,
otras, se oculta en el cansancio.
¿Perdí la fuerza,
o aprendí a sobrevivir sin felicidad?
¿La felicidad existe,
o la inventamos para no mirar el vacío?
Y si existe…
¿sabrá reconocerme cuando llegue?
Tal vez solo viva en el instante
que dejo pasar sin notarlo.
Tal vez se refugie en la memoria,
o quizás esté ahora mismo frente a mí,
esperando que la mire.
Me asusta ser feliz:
descubrir que aquello que anhelo
no alcance,
que incluso lo cumplido
sepa a poco.
La felicidad:
una utopía frágil
que se desvanece
en el borde de nuestros labios.