No creo en un dios
que necesite templos
ni en una verdad
que pida rodillas.
No sigo banderas del cielo
ni libros cerrados con llave,
mi fe no cabe en consignas
ni se aprende de memoria.
Creo en el temblor
que llega cuando no miento,
en la conciencia que despierta
cuando dejo de señalar al otro.
Mi religión no promete premios,
exige presencia.
No habla de culpa,
habla de responsabilidad.
No tiene sacerdotes,
tiene preguntas.
No impone caminos,
invita a andar.
Reza quien mira de frente,
quien ama sin poseer,
quien cae y no se excusa,
quien perdona sin aplauso.
Dios no está arriba.
Está dentro
cuando callo el miedo
y escucho.
Si existe un pecado
es vivir dormido.
Si existe una salvación
es hacerse cargo de la propia luz.
No espero otra vida.
Esta me basta
si la vivo despierto.
Antonio Portillo Spinola