Miro las calles desiertas.
Las hojas en los árboles
se sientan a llorar quedo.
Los estómagos revientan su porquería
junto a un estante
en donde los ordinarios guardan
su desdicha en una caja.
Las bestias duermen y su sueño
revolotea entre las moscas.
Hay gritos apagados
dentro de las cajitas bobas que siguen
inflando mentiras cual globos de fiesta;
y una zozobra en el alma,
un ahogamiento colectivo
en el interior de los cuerpos;
y un leño consumido, vuelto cenizas,
arrinconado allá
en donde los ojos del dios que todo lo ve
no pueden verlo.