Al final eran tan cínicos
que cantaban del amor
y con cursilerías
engañaron al monton.
Entonces cual flautista
de Hammelin fue encantando
a los incautos tratando
en todo espacio y arista
de seguir así engañando.
Pero les gustaba mucho
los dólares y buena vida,
y su cultura nacida
de lo tonto y de lo trucho.
Decían que eran vecinos
pero estaban tan tan lejos,
pero creaban pendejos
con sus fatídicos trinos.
Después se separaron
pero eso era más negocio
y no era más que un ocio
que los demás adoptaron
quizá por el mercadeo
o por las ventas masivas
pero eran otras misivas
las que guardaban desvelos.
Y hoy hace más de cincuenta
años que sobreviven
unas momias y perviven
de ese negocio y no cuenta
el público tan ignorante
que compra siempre lo mismo,
remasterizado sadismo
con solamente otra caja,
a un precio más que picante
para seguir recaudando
y así dólares anudando
mientras usen la baraja
de la nostalgia parlante.