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CICLO LUNAR

Cuando la luna se junta con el sol
y el aire que suspiras
se vuelve indispensable,
en el instante exacto
en que te vi sonreír por primera vez,
juré —sin saber el precio—
que mis lágrimas velarían por tu alegría.

 

Las melodías danzaban lentas,
perfumadas de nostalgia,
como si cada trazo ocultara una herida.
Lo que veía despertaba en mí
emociones desconocidas.
El tiempo se volvió castigo,
y la locura, cómplice,
me seducía con juegos de miradas
hasta dejarme exhausto,
hasta dejarme solo.

 

Aprendí a rozar con los dedos
al deseo y a la imaginación,
mientras caían gotas
teñidas de frustración.
El paisaje se fundió con lo que anhelaba,
la pena enmudeció,
y solo quedó el eco de una armonía
temblando,
honda y frágil,
en el centro de mi alma.

 

Aprendí que el deseo y la imaginación
se pueden deshacer en tus manos,
mientras caían gotas teñidas de felicidad.
El paisaje se fundió con lo que temía,
la pena sonó más que nunca,
y solo quedó el grito de una armonía decidida,
afilada y punzante,
en el centro de mi alma.

 

Las melodías huían veloces,
apestando a melancolía,
como si cada trazo mostrara una herida.
Lo que veía despertaba en mí
temores desconocidos.
El tiempo se volvió castigo,
y la locura, cómplice,
me sedujo con juegos de miradas
hasta dejarme extasiado,
hasta dejarme solo.

 

La luna eclipsaba al sol.
El aire que suspirabas comenzó a ahogarme.
Y en el instante exacto
en que te vi llorar por primera vez,
supe que mis lágrimas
no fueron suficientes
para velar por tu alegría.