Cada vez que abro esa puerta
tú vienes a mi encuentro
y me envuelves en abrazos.
Cada vez que me voy
sabes que voy a regresar
porque llevo en mi corazón
de tu nombre un pedazo,
y te quedas esperando
para luego volver a empezar.
Si doy vueltas en mi cama,
mi brazo sobre tu incierta figura paso.
Y allí estás cada mañana
cuando el día comienza a despuntar.
Y el fresco aire de la madrugada
o los débiles rayos del ocaso
dan color a tu figura
pues siempre conmigo estás.
Sabes cuando llego
porque escuchas mis pasos
pero no me dices nada,
el silencio por nosotros hablará.
Solo callas,
no escribes sobre un papel algún trazo.
Pero eres mi alimento
y el pan que mi mesa poblará.
Bebes conmigo el vino
y del mismo vaso,
sacias mi sed con tu aliento
y mis labios refrescarás.
Pero nada dices
y el silencio es cada vez menos escaso.
Los pájaros de las praderas
aseguran que tu voz es de verdad,
pero yo solo escucho ecos,
los ecos de tus pasos
que vienen a mí cuando estoy,
y si no me voy,
nunca se van.
Eres mi compañía
en las noches que con insomnio paso,
fantaseo tus pensamientos
y mi voz escuchas sin contestar.
Pero esta casa sigue vacía
a pesar que estás y siempre te abrazo.
Te busco entre tus vestidos,
mas tu cuerpo no logro encontrar.
Eres como el aire,
eres como un fantasma
pero con piel de raso.
Eres como magia que no se acaba
y es cada vez mas larga, más y más.
Los relojes no se detienen
y son inclementes a tu paso.
Debes amarme, y mucho,
solo por eso no te vas.
Pero la paradoja
fue ganarte con mis continuos fracasos.
Porque tú no eres otra
que mi fiel y amada soledad…