Cuando escribir es viajar a los recovecos de la mente y del espíritu, hallar serenidad en la hondura,
detener el tiempo en la meditación y la reflexión;
reconocerse en el encuentro
y descansar en la paz.
Cuando escribir es exprimir el mismo universo que se halla en la cabeza,
y descender al mundo interior donde habita el alma, mientras el lápiz rasga la mesa.
Es apartarse del ruido del mundo alterado
y coser, en silencio,
las grietas de la propia esencia y ser.
Cuando escribir es saber que no se llega a ningún lugar, porque el río siempre fluye hacia el mar
y comprender que, al estar ahí,
ya no se pertenece a otro sitio.
Porque escribir no es destino, sino presencia:
es el encuentro con el silencio que habita en uno mismo, detener el tiempo y el ruido exterior.
Cuando escribir es un mapa que se construye al trazarlo,
una brújula que sirve de guía
y un tesoro nacido del alma.
Entonces escribir se vuelve maestro, y entre el sol y la luna, al filo de las letras —de la primera a la última, de la A a la Z.
Por todo lo que te aportan, por todo lo que te exigen y por siempre querer más.
¡uno acepta ser
su eterno aprendiz!