Ella no dice “yo puedo”, dice:
“Tu gracia me sostiene”.
Y en esa confesión silenciosa descansa su fuerza.
Cuando el camino pesa y el alma se inclina,
no se apoya en su carácter ni en sus méritos,
sino en la mano invisible de Dios.
Sabe que no camina porque es fuerte, sino porque es sostenida.
La gracia la levanta cuando falla,
la corrige cuando se desvía y la guarda cuando no entiende.
No la exime de pruebas, pero la preserva en medio de ellas.
Como está escrito:
Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.
2 Corintios 12:9
Ella sigue en pie no por lo que tiene,
sino por Aquel que no la suelta.
๐๐ช๐ฟ๐♥๏ธ
13-12-25