Pero luego, por dónde andarán tus pies,
tibios pies que esperan siempre el abrazo,
que se deleitan cuando la ola próxima
se levanta buscando la huella
de tus silentes pies en la orilla
cual ave busca el beso tenue del viento.
Y sentir el latido tras tu piel entreabierta;
sonidos que se escapan como mariposa que aletea y rompen el silencio que adoras.
¡Oh, vastos dominios que la espuma blanqueara!
Por dónde viajarán tus labios, amapolas caídas, frenesí para la brisa
que desde lejos llamaras.
Pero no son hojas amarillas, no, no son hojarasca, son piedras,
son rubíes que cantan.
¿Por qué pintar de adioses el crepúsculo
y teñir de rojo olvido el horizonte?
Vuelve, sí.
Ven, ven de nuevo a bogar
entre los transparentes silbidos del agua
que sube buscándote por la orilla.