Debajo del chopo verde
mirabas volar los cielos.
Las esquinas de aquel valle
estático, como muerto,
escondían mil detalles
levitando en el misterio.
Misterios sin voz ni oídos
delgados como esqueletos.
Y yo bajaba del monte
silbando mi copla al viento.
El viento metió en mi boca
sus fauces de tigre hambriento,
devorando en mis entrañas
pasiones y sentimientos.
Pero tú que me ignorabas,
mirabas pasar los cielos
fingiendo de no estar viva.
¡No admitías haber muerto!