Fui un hombre hecho de heridas,
hecho de silencios mal entendidos,
hecho de culpas que no eran mías
y de miedos heredados
como viejas ropas que nunca me quedaban bien.
Fui el que corría para llegar a tiempo,
sin saber adónde.
El que buscaba aprobación
en ojos que no podían verla.
El que cargaba con su historia
como quien lleva un saco de piedras
creyendo que es obligación no soltarlo.
Fui sombra de mí mismo,
eco de un niño que pedía luz
en pasillos que nadie escuchaba.
Fui también torpeza,
rabia,
cansancio,
y una tristeza ancestral
que no sabía cómo nombrar.
Pero hoy…
hoy soy el que por fin se mira sin huir.
Soy el que entiende
que cada golpe fue un maestro,
que cada caída afiló mi verdad,
que cada lágrima abrió un surco
donde ahora germina algo nuevo.
Soy el que dejó de pedir permiso
para sentir,
para existir,
para decir “aquí estoy”.
Soy el que ya no confunde amor con sacrificio,
ni silencio con obediencia,
ni paz con resignación.
Soy el que camina con la herida abierta
pero sin vergüenza,
porque sabe que la herida
es la puerta por donde entra la luz.
Soy, al fin,
el hombre que buscaba aquel niño.
Soy la voz que antes temblaba.
Soy la calma que antes huía.
Soy la verdad que antes escondí.
Y si alguien me pregunta quién soy ahora,
solo respondo:
“Soy el que fue…
pero sin cadenas.\"
Antonio Portillo Spinola