No hubo silencio en la cantina
solo encontré ron y cerveza,
en la mesa con una alma afligida,
que maldecía con fiereza
aquel amor bravío y embustero,
dándole golpes a la mesa.
Llorando desgracias con recelo
pidió una sonora canción
que le arranque el corazón del pecho.
La crueldad; su motivación,
sus heridas también fueron espinas
bordadas de dulce traición.
El trovador soltó tantas risas
dejando atónito al dolido
y comenzando una salvaje riña,
motivo de aquel amor pérfido
entre el trovador y la amante
que lastimó al señor ofendido.
Ella se encontraba, radiante,
mientras él llorando moría
ahogado en la riña causante.
El sol llegaba en sinfonía
y el rostro hierático del amor
fue la historia de la cantina;
una historia llena de dolor.