Vamos por la vereda
sin lámpara ni guía,
que el corazón conoce
la estrella que lo envía.
Allí, donde la brisa
parece hacer un rezo,
nace un Dios pequeñito
y se ilumina el pienso.
Oh Noche, que en lo humilde
encuentras tu grandeza:
bendice al alma errante
que aún busca la promesa.