Protegido por cerrojos de sosiego,
en medio del silencio y del agua,
dócil, con la voz vulnerada por mutismos,
y las manos paralizadas por temores,
intentando descubrir el santuario de la carne,
con los nombres propios de las partes de tu cuerpo,
rodillas, muslos, vientre, senos,
labios, pecho, rostro, ojos,
así, intentando despojarme de mis miedos,
te recreo tiernamente en mis sentidos,
mientras despiertas junto a mí en la alborada.