Fue un error, dijo el destino,
pero siguió tan campante;
remendó tarde el desplante
con hilo rojo y espino.
Yo, pobre actor peregrino,
tropecé con su fervor,
y en su alegre mal humor
me apuntó como culpable.
¡Vaya juez tan insalvable!
Se absolvió tras el error.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025