Demencia otoñal

A Robe, el último maldito

Naciste deltoya en un mundo marginal

con una central nuclear en el pecho,

como un bufón cansado de fingir que no arde,

como un rey destronado que escribe desde el barro.

 

De tu palabra golfa florecía la verdad,

un relámpago descarriado para la ley innata

que solo vivía con la piel hacia afuera.

Pero yo sé que, detrás de tu voz demacrada

había un hombre hecho de versos sangrantes.

 

Te bebiste el silencio de un trago,

te desafió el so payaso desteñido,

le hiciste un nudo al odio amando y ensanchando el alma

y seguiste tu camino, maldito y luminoso,

como quien narra su condena a martillazos.

 

Poeta de garitos y cielos rotos,

brujo que convirtió la miseria en maná,

te escucho y vuelvo a encontrarme en si te vas,

en el destino incierto de la vereda de la puerta de atrás,

en cada cicatriz que entona un recuerdo.

 

Eras eso: el que despellejaba las palabras

para elevar el verso visceral,

y al final, Robe, maldito fuiste, bendito seas,

que aún resuenan tus pasos en la garganta

de quien se oriento en la libertad

con tus canciones como brújula.