Gabriel Hernán Albornoz

La ladrona de pensamientos

Rumiando su desdicha, el jardinero de la mansión

amanece aquel día con repetida sorpresa,

que de todas sus flores, la mas sencilla

desaparece noche a noche sin comprensión.

Los pensamientos que cada día siembra y riega

se van en el misterio de la noche serena

en complicidad con el viento

que silva indiferente su brisa-canción.

Una noche sin luna, sacrificado en desvelo

se quedó centinela de su humilde tesoro

aquel floricultor espía de pensamientos.

Y al despuntar el alba, con párpados sedientos

de sueños en vigilias y flechados de oro

por el sol emperador de su pequeño universo,

pudo conocer al verdugo, amenaza de su sueldo.

Era una niñita de viejo vestido ceniciento

que asida de ajeno ramillete

huía por las calles del pueblo.

¡Quien lo hubiera dicho! ¡Madrugadora ladrona impertinente!

Montado en la furia de un trueno

tomó una rama para castigarla y la siguió el jardinero.

Era una niña pobre, mas a robar no tenía ese derecho.

Pero para la sorpresa del trabajador

la nena se dirigía al cementerio

y con ojos aguados ante el paisaje abrumador,

escuchó a la chiquilla sobre una tumba sin recuerdos

que decía con alma partida y lenguaje conmovedor:

-“Mamá, para comprarlos no me alcanzaba el dinero

y ya que te fuiste lejos, no me olvides por favor...

tu prometiste... que regresarías con mis pensamientos”.