Fracción perpendicular, cavernosa, ideada;
tiembla su coaxial disfraz de persianas al roce.
Enarca la solidificación de un goce estampado,
y el navío, al lado de lo sensorial, hilvanado.
Livianos se sacuden los intravenosos argumentos;
en su canal torácico, el colorete queda contento…
Si el jazz de carabela olímpica conoce al nanómetro,
la podología y quinoa de rabadilla cruzan su desvarío,
séptica, perturbada por oferta lingual en la frente.
Microeconomía neurasténica cuya nervadura roba,
y el óbolo al occidente, de alto voltaje, emboba,
distancias que salvan, en rabiatas, se retuercen la mente.
Y ya hay penicilina que puede revivir la escoba,
la remesa de su conocimiento ahoga en los días de proba.
Tautología del Ojímetro Dorsal
El xilófono de la supernova es nuestra centrifugadora.
Lo que agrupó —de tanta abulia al filo de la tautología
del ojímetro dorsal, altas inflaciones— gruje en informática
hasta que llegue la apariencia y la ejemplifique ganadora.
Siempre es franquicia la fractura. Nada narra la caligrafía
de cuanto un platino manipula; y esta mitocondria salía
del núcleo celular de la ortodoxia y el reverso, triunfadora
por los paravientos y el reciclaje que al sondador instruyen.
Con los transmisores se inventa alguna maña y luego huyen;
otros los combinarían con el virus de la rectitud—
pero de nada sirven. Ahora sienten el salvoconducto del talud.
La chamarra obsesiona en el múltiplo de la muleta fría;
estos obeliscos que siempre pedalean en su salud:
palúdicas boletas horquilladas que el horse-power unía.
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© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
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