Del dulce bien, que bien me hacía,
nació pasión, perfecta y bella;
que fue fulgor de linda estrella
con cuya luz calor vertía.
Con grande fe, su amor sería
vergel de paz, de luz centella;
y cual canción, dejó la huella
del cielo aquel que me ofrecía.
En ella vi, de Dios su gloria,
que me ofreció su gran ternura,
con cual viví preciosa historia
que fuera un haz de gran dulzura;
la cual quedó en mi memoria
por ser de amor la esencia pura.
Autor: Aníbal Rodríguez.