Hace mucho la palabra comprometida
era como un serio documento,
que consistía en una garantía
de lo prometido en algún momento.
Si se pedía un préstamo en dinero
y la palabra era el compromiso,
el préstamo era pagado
cumpliendo con el compromiso.
La palabra de honor
era tan respetada y valiosa,
que no hacía falta un recibo
o ninguna otra cosa.
La palabra de honor
era la mejor garantía,
para cumplir un compromiso
con responsabilidad e hidalguía.
Cumplir con un compromiso
se hacía de forma elegante
y la palabra de honor
valía más que un diamante.
Todo el que cumplía a cabalidad
con la palabra empeñada,
adquiría buena reputación
y era muy respetada.
Hoy nadie confía en nadie
se perdió el pundonor
y el que necesita un préstamo
debe buscar un fiador.
Alejandro Díaz Quero
Villa de Cura,09/12/2025.