Cuanto más reviso lo dicho
me quedo con lo no pronunciado,
no me confundo con el mito
ni con su poder instaurado.
Camino donde el eco vacila,
en la fisura que rehúsa un nombre.
Allí el sentido titila
como un hilo que nadie comprende.
Rehúyo el altar que vigila
el paso, el deseo y el hombre.
Prefiero la grieta tranquila
que escapa del orden que asombre.
Y cuando la hora me mira
con preguntas que nunca se esconden,
busco la duda que gira
sobre un suelo que pocos responden.