Ahí estaban, a la deriva.
Palabras necias que morían sin armonía.
Olas, altas, peligrosas.
Hundían con desdén toda emoción que flotaba entre nosotras.
Ahí, justo en el fondo,
me encontraba sin pulso en mi tonto corazón roto.
Agua salada quemando mi garganta.
Cortando aquel nervio atravesado.
Aniquilando cualquier pensamiento que iba hacia ti, mi eterna musa.
De mi boca, sin sentimiento sincero, brotaban letras mal colocadas.
Como si el mundo deseara volverme muda sin razón.
Carente de sonido.
De sentir.
De amar.
De vivir.
Una cáscara sin alma.
Esa piel hueca que se pudre con cada día que estás lejos, cara mia.
Anhelando tu llegada,
tu regreso,
tu bello consuelo.
Abriendo los brazos,
sucios,
maltratados.
Creyendo que tus besos arreglarían los arrebatos del mar inmenso.