Me gustaría no olvidar a quien me hizo pasar
por un mal momento,
cuando ya sabía que estaba pasando por un momento difícil.
No por venganza,
Sino por lucidez.
Para no confundir la falta de cuidado con un despiste,
ni el daño con un accidente.
Para recordar que también se aprende de quienes no supieron sostenerte,
de quienes miraron hacia otro lado cuando tu mundo se encogía.
Aun así, no guardo odio.
Solo la convicción de que hay presencias que pesan más que las ausencias,
y silencios que hieren más que cualquier palabra mal dicha.
Quiero recordarlo para no repetirlo,
para no entregar mi fragilidad a quien la trata como un estorbo,
para no pedir calor en manos que siempre están frías.
Porque al final uno aprende que no todo el mundo sabe acompañar,
que no todos entienden el peso que llevas dentro cuando sonríes por inercia.
Y está bien.
No todos pueden quedarse.
Lo importante es que ahora lo sé.
Mi vulnerabilidad merece un lugar seguro,
mi dolor no es un trámite,
mi silencio no es un hueco para llenar con indiferencia.
Por eso lo recuerdo,
por eso no lo borro.
Para caminar hacia adelante con un poco más de cuidado,
un poco más de amor propio,
y la serenidad de quien, por fin,
elige mejor dónde ponerse a salvo.