Sobre los miles
de versos
que se quedaron dormidos
en el renglón
el poeta piensa
que ya no hay poesía,
porque el diccionario
de la fe,
está maniatado por la cultura
digital
que roe en silencio,
la creatividad.
Dispuesto
a abrir el cerrojo
que el alma
le ha puesto al destino
rompe con la verdad
racional y deja
a los ángeles
que tracen
nuevas rutas
para que los aforismos
se ventilen
y las ideas disfrazadas
de rima cuántica
puedan estallar
y las voces,
que están sometidas
por el silencio,
se rebelen,
en un acto de amor,
para elaborar las palabras
que se necesitan
en un idioma nuevo,
romántico, lúdico,
personal, elevado.
Para que la poesía
sea como el aire
que respira
y a la vez
la guía para vivir…
o morir.