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El arte de tocar

Acariciar tu espalda
es como componer una melodía:
el ancho de ella, la partitura,
cada curva, un compás secreto
donde vibra tu respiración.

Es como dibujar un cuadro:
mis manos, temblorosos pinceles;
tu piel, un lienzo vivo
donde tu pulso marca el camino.

Cada movimiento es una nota,
cada apretón, una pincelada,
y cada suspiro tuyo
me exige no detenerme.

Las trazadas se vuelven historias,
cada gesto de mis dedos
despierta caminos infinitos,
con un final feliz
que late en tu piel
como un recuerdo eterno.

Tu espalda susurra gemidos,
mis dedos escriben tu nombre,
y en ese instante donde se cruzan
la imaginación y el deseo
se abre un universo de posibilidades,
donde los gestos hablan
y mis manos aprenden a besar.