Generosos son tus padres,
por engendrar este ángel
que hoy camina entre los hombres,
y por regalar al mundo,
la hermosura de tu nombre.
Aunque el destino se quiso romper,
te pienso, cada día
sin dejarte de querer.
Bajo el susurro tibio de la acuarela,
te pienso en silencio,
mi dulce Gabriela.
Reconozco en tus ojos, estrellas de esmeralda,
brillan como secreto,
y en mi alma se resguardan.
Inmensas son las noches,
de insomnio sin par,
que encogen mi esperanza,
no te puede olvidar.
Eres mi espina, mi flor y mi fe,
mi herida más dulce, la que no se ve,
aunque no escuches lo que mi pecho grita,
te dedico cada noche una estrellita.
La vida nos quiebra, nos hace aprender,
pero hay nombres no olvido,
Y el tuyo Gabriela, se queda en mi piel,
como un tatuaje, mi corona de laurel.
Así que le doy las gracias al cielo,
por haberte tenido,
aunque fuera un desvelo,
porque amarte me hizo más alma que carne,
y eso nadie puede quitarme.