Siempre buscaré en tus ojos
el brillo de tu dulzura,
porque la pena me cura
y tritura mis enojos.
Siempre guardo en mi retina
tus salobres labios rojos,
pues besaron mis despojos
con tu sonrisa divina.
Y en tu blanca desnudez
vive aferrada mi mente,
que acaricia, suavemente,
con la misma timidez.
Esa timidez primera
que sentía siempre al verte,
es la que aflora, al quererte,
con brillos de primavera.
Te amo con esa locura
con que se aman los amantes,
con tus besos de diamantes
que destrozan mi cordura.
Yo quiero seguir soñando
en la bendita aventura,
y tu alocada ternura
que me sigue enamorando.
Pero amor en libertad
no puede ser suplicando,
pues tiene que ser buscando
la inmensa felicidad.
Y mendigar el amor
no es justo ni verdadero,
es más bien el vertedero
de los besos del dolor.