Quiero huir lejos, sí. Lejos de la puta vida, de la cicatriz que se rompe, de esta sangre que riega solo flores marchitas y de la risa con que bebí su veneno.
Lejos, en todo caso, de lo que soy: del maniquí desnudo que me aguarda en el espejo, del cadáver que se sienta donde solían estar mis labios.
Lejos de la lejanía misma.
De mis ojos muertos y torpes manos, de la desesperación que cuelga como un feto muerto. Del luto que viste mi boca al besar. Del abrazo frío de mi propia sombra.
Pero el horror está aquí, en el pecho, donde no son pétalos, sino tumores que florecen. Malditos sean, vuelven a florecer con la marea roja de mi sangre.
Lejos de mi sonrisa muda, de mi extraña vida, de las plegarias de esta noche.
Lejos del bello beso que la Muerte tiene prohibido darme.
m.c.d.r