El Corbán

EL EXILIO DE MI FE

Corrí con febril arrogancia por la vida desbocada,

fui esclavo de mis ansias, de mi gloria inventada,

y en la carrera impasible de mi alma enceguecida y cansada

olvidé que lo pequeño sostiene la existencia callada,

mientras mi espíritu se volvía sombra en ruta acelerada.

 

Creí en una fe sublime, en su filosofía pura y diamantina,

una doctrina que elevaba como aurora sacrosanta y cristalina,

pero la hallé corrompida por manos de esencia mezquina,

por voces que, siendo guía, mostraban alma adusta y reclina,

sembrando hiel donde debía florecer bondad peregrina.

 

Decepcionado quedé, herido por su máscara severa,

por su prédica de luz envuelta en conducta traicionera,

por su moral altisonante contrastada con su alma rastrera,

y en su doblez infame descubrí mi carrera tan fiera,

persiguiendo virtudes que su gente no encarnaba siquiera.

 

Hoy, en mi distimia taciturna, se derrumba mi ambición altanera,

ya no corro tras cetros ni busco redención pasajera,

solo abrazo lo pequeño, la brisa humilde, la paz certera,

porque en esa quietud sincera mi alma se hace verdadera,

y ya no permito que la mentira ajena me dicte la manera.