Manuel Valles

La diáfana presencia del polvo

Todo será polvo:

esta hoja seca, olvidada,

abandonada en su pequeña muerte,

trozada por el viento lívido 

de mil zapatos fantasmas.

 

Será olvidada su presencia

y el recuerdo verdoso

con que nos comunicaba vida,

alegría; y cierta majestad

nos invadía el alma.

 

Todo será olvidó entonces,

porque los hombres

no recuerdan nunca lo vivido;

lloran a veces, callados,

como avergonzados

de haber sentido.

 

Así esta hoja pequeña, huérfana,

sin memoria ni raíz 

y herida por insectos que la comen

con un ademán insaciable,

como de bestias erguidas por el hambre.

 

Todo pasa, se vuelve polvo:

el amor mismo

-envoltorio fugaz de nuestros cuerpos-

pasará cual ventisca

y será una sombra perdida 

en sí misma.

 

Solo el polvo es eterno,

diáfano,

como las notas de una musicalidad

sin sentido.

 

¿Qué hacer mientras tanto?

¿Dónde hallarán cabida nuestros cuerpos?