La sombra viste el ámbito baldío
Donde la luz cesó de ser testigo;
Y el corazón, deshecho en el castigo,
Solo halla en el silencio un lecho frío.
No es ya la voz un rumor del hastío,
Sino un gemido que no pide abrigo;
La ausencia es un puñal, su amargo amigo,
Que hinca la pena en el confín sombrío.
Queda la herida abierta, sin costura,
De donde mana el tiempo en gotas lentas,
Recordando la esencia y la figura.
Y el luto no es tan solo el que sustenta
La tela negra y mísera y oscura,
Sino el dolor que el alma no ahuyenta. Sino divaga difusa, la querella latente
Con sus suaves lienzos trasparente.