La ribera estaba sorda y muda,
no quería escuchar mi dolor,
y al tropezar sobre la arena ruda,
di con la letra C en su esplendor.
Una ráfaga gentil y corta evitó
que mi alma se quebrara
y cerca de la espuma que transporta,
apareció la letra A en la clara.
La busqué por el suelo mojado
porque tu imagen vino a mi mente,
y en un guijarro al ser volteado,
encontré la letra R sonriente.
Era el faro, con su luz serena,
pidiéndome que no me rindiera,
y me mostró en la espuma ajena
la letra I que aún me espera.
Luego, el viento, con su aire dulce,
me dejó otra pista en el camino,
y mi mano, que ya no produce
halló la letra Ñ del destino.
Ya mi andar, triste y lento,
quiso el sol que no me fuera,
y al fin encontré la O del intento
antes de que la ola me venciera.
Con estos signos tracé
en el borde una verdad sencilla,
la que nunca más leeré
pues la marea la hizo arcilla.
CariñoSincero
©Violeta