El guacamole, en su plato, avanza:
pico de gallo empuja —firma su dominio—;
Pancho Madrigal, ya niño, arma el camino
con un limón en cruz, pidiendo la bonanza.
Los labios, críticos siempre, tallan la templanza;
el ombligo, en tertulio minifinio, da su trino;
llegan entomatados, bien comidos al destino
donde el ají picante tiembla en remolinanza.
Rojo, enchilado, el vino derrama por la ducha;
GPS y Uber tropiezan en su lucha.
La puerta se cierra con rumor de marioneta.
Horas, burócratas todas, recortan la cocina;
la escoba sindicaliza la vida vespertina
y el microondas huye —harto de la rutina—.
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© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
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