Y hay las
veces
que uno
tiene
ese derecho
de sentirse
triste,
y en ese derecho
tiene
uno el deber
de lanzarse
al abandono.
Pero solo
por algunas
ocasiones
tiene
que ser de forma
equilibrada;
o si no,
ese derecho
suele volverse
una costumbre,
y la costumbre
está llena de impotencia.