A VECES ME DETENGO
A veces me detengo en un rincón solitario,
con las manos quietas
y el pecho lleno de un cansancio que no digo.
Ahí, donde nadie ve,
donde no llega la voz de mi familia,
donde el silencio es el único que escucha
lo que yo callo.
Me quedo mirando la nada
y siento que algo en mí se rompe
de tanto cargar responsabilidades
que pesan más que cualquier jornada.
Ellos no saben ...y no quiero que sepan...
que hay días en los que salgo sin desayunar,
sin almorzar,
con el apuro de cumplir, de responder, de llegar.
Guardo mis penas como quien guarda secretos viejos,
no sé por qué, quizá porque nadie me enseñó
qué significa tener un padre,
y ahora, sin haber sido instruido,
estoy aprendiendo a serlo.
Aprendiendo a dar un amor
que nunca supe si existía para mí.
Y aun así, sigo.
Sigo aunque el cansancio queme,
aunque el peso sea hondo,
aunque el cuerpo diga basta.
Porque basta con mirar un instante
el rostro de mis hijos
para recordar que no es tiempo de rendirme,
que aunque a veces quiera soltarlo todo,
hay miradas pequeñas
que sostienen mi mundo entero.
Y entonces respiro,
me seco las lágrimas que nadie vio,
y vuelvo al camino,
no porque sea fácil,
sino porque el amor ...ese que jamás recibí...
es ahora lo que me mantiene en pie.
© Corazón Bardo