6ª Parte
Un sol envuelto en mantilla
Se marchaba el timonel
que tanto luchó en la mar,
para evitar naufragar
su barco de sal y miel.
Allí dejó a su mujer,
con su gran ramo de flores,
producto de sus amores,
jardín que fundó con él.
Ya no tiene la entereza
que ella siempre demostró,
cuando el barco naufragó,
se le menguaron las fuerzas.
Pieza clave del hogar
hasta su marcha temprana,
él pensaba en el mañana
sin dejar de trabajar.
El tiempo no se detiene,
va avanzando el calendario
entre su blanco sudario
que tanta pena contiene.
Su negro luto mantiene
con el pasar de los años,
produciendo tanto daño
que en ella no se detiene.
Son sus nietos la alegría
cuando a su lado los tiene
y se ve que le conviene
la feliz algarabía.
Ellos juegan cada día
al salir de las escuelas,
paciente espera la abuela
dándoles la bienvenida
y ofrecerles la comida
que se encuentra en la cazuela.
Alrededor de la mesa
se encuentran todos sentados,
siguen sin probar bocado
hasta que la abuela empieza.
Le ayudan en la limpieza
cuando todo ha terminado,
siéndole de gran agrado
y a todos, la abuela besa,
con un amor que embelesa
teniendo mucho cuidado.
Cual trueno de una tormenta
llega con rayos de luz,
esa noche fue una cruz
de la que todos lamentan.
Pero no se dieron cuenta
de los males de la abuela,
ni los nietos en la escuela
pudieron imaginar,
que ella quiso naufragar
en ese barco que vuela.
Quise escribir esta historia
y me siento acongojado,
no quise dejar de lado
ni de hurgar en la memoria.
Es cuán una enorme noria
girando sin descansar
y no me debo olvidar
de todo cuanto contiene
y les ronda por las sienes
para poder descansar.
José Ares Mateos