Manuel Valles

Gris

Hoy es un día más, perdido, cuajado por el sol en la turbia quietud de unas aguas difuntas. El crepúsculo llega y me cuenta, con su oficio cargado en mi espalda, los rumores de una muchedumbre que va correteando palomas, con la punta de sus pies apagados. La noche se tiende como un cadáver sobre mi cuerpo. Quedo atrapado nuevamente entre mis cuatro paredes locas y soy felíz porque mi alma anda ciega y mi espíritu se arrastra, enfermo, en el lodo de la dicha inútil. Nada sé. Mis ojos abren y cierran sus ventanas sucias hilando su telar de imágenes pobres en el amplio polvo de las cortinas. Los días vendrán y se apretarán como un cinturón cerrado, y para que sigan girando sobre su eje, se ahondará el vacío enorme de una sonrisa, enmarcada en el flaco rostro de las gentes.